
Por la señal de la Santa Cruz…
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria
Oh, Sangre y Agua, que brotaste del Corazón de Jesús, como una fuente inagotable de Misericordia para nosotros en ti confío.
Ven Espíritu Santo, derrámate sobre nosotros con el don de entendimiento para que podamos conocer con profundidad los Misterios de nuestra Fe. Amén
Lectura de la Palabra: Del Libro Hechos de los Apóstoles 3:1-10.
No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy, en el Nombre de Jesucristo, el Nazareno hecha a andar, (Ref. Hch 3:6).
Esto le dice San Pedro al tullido que encuentra pidiendo limosnas en la puerta del templo, cuando él y el Apóstol Juan iban a orar la hora nona, en aquella época estos enfermos no podían entrar al templo a orar, pero si era un buen lugar para pedir limosna, los Apóstoles en el desespero del tullido, no le dan lo que para él en ese momento necesitaba, más bien le dan lo que en verdad le hacía falta su liberación y salvación que solo podemos encontrar en el Señor.
Cuantas veces nos hemos visto en ese mismo lugar, tullidos, paralizados, sorprendidos por una sociedad llena de ideologías, relativismos y creencias de este mundo que nos van tratando de alejar de la verdad que es Cristo, conozco varios casos de hermanos en la fe que así vivían su vida, tullidos en la desesperanza, en la avaricia, estancados en el alcohol, esclavizados por el dinero y las riquezas, pidiéndole limosna a la vida ya casi tocando fondo, pero Dios que no se deja ganar en misericordia toco sus puertas mostrándole a su Hijo y trayendo la salvación y liberación a sus vidas dejándolos entrar al templo, llenándolos de lo que verdaderamente les faltaba, plenos de una vida nueva, resucitando ante el mundo en Cristo Jesús que es quien nos salva, por eso muchos dicen que su Iglesia es la de los pobres, la que ayuda a los más necesitados. Dice la palabra en libro hecho de los apóstoles que San Pedro, como su Iglesia con los pobres, tomo al tullido de la mano derecha, lo levanto, al instante sus pies y tobillos cobraron fuerzas, (Ref. Hch 3:7).
¿Estás tu hoy sentado a la puerta del templo?
De San Francisco de Asís: Señor, a mí, pecador e indigno, me has enviado del cielo esta consolación y dulzura; te las devuelvo a ti para que me las reserves, pues yo soy un ladrón de tu tesoro.
El camino de Cristo “lleva a la vida”, un camino contrario “lleva a la perdición” (CIC 1696).
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh piadosa, oh, dulce Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén
Oración Final: Gustad y ved lo bueno que es Yahvé, dichoso el hombre que se acoge a él. (Salmo 34:8), Gloria….
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